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Castigos, fantasmas, museos y muñecos vudú

septiembre 3, 2011 Deja un comentario
de Marina Lijtmaer, el Viernes, 02 de septiembre de 2011 a las 22:29

Vengo del ciclo Confesionarios: Castigos y Penitencias en el marco de la instalación que El C.C. Rojas presenta por estos días homenajeando a Sarmiento. Bancos, Nico te amo con liquid paper, gurdapolvos, lapices y demáses. Los expositores/alumnos/penitentes: Daniel Link, Ariel Schettini y Laura Ramos; la coordinadora/maestra/penitenciaria: Cecilia Szperling -aunque estaba vestida de colegiala- (creo, tal vez se viste así).

Sentada al lado mío Vivi Tellas, adelante Maitena. La batería de mi cámara, como siempre, alcanzó para 2 instantáneas y luego caducó (nota mental: cargar la bateria antes de concurrir a este tipo de eventos). Primero fue el turno de Schettini, que dijo que no habia cumplido con la consigna y que sus poemas, si bien no eran estrictamente lo que les Cecilia había pedido, tenían que ver con el aprendizaje: museo de la plata, relojes, instrumentos únicos en el universo, dos de las historias le habían ocurrido a otros y una era utobiográfica, según comentó. Después vino el turno de Link, que leyó una cosa rarísima y excelente sobre un incidente con la polizia italiana acusado de tenencia de sustancias estupefacientes; fantasmas, catacumbas, muertos, teorías espectrales, todo con humor à la Link. La escena final, con hermano muerto, quimioterapia y morfina, casi hace que se me piante un lagrimón. No sé si por lo que contaba o por lo bien que lo hacía.

Ramos tenía una cajita con forma de corazón que no se sabía para que era hasta que cuando llegó su turno empezó a ejemplificar los castigos de la literatura clásica y universal, desplegando muñecos vudú, nenas de trapo, sogas, reglas,y todo tipo de herramientas para inflingir dolor. Su compañero de banco más cercano (no da castigar a la maestra), era Schettiniy le tocó someterse a los castigos de la perfomance de Ramos. Se la bancó sin decir ni mu  (mientras Link miraba desde la otra punta, con cara de «no lo puedo creer»).

Para terminar, Cecilia preguntó si alguien del público quería decir algo, y Vivi Tellas levantó la mano y preguntó cuál era el castigo preferido y/o que más disfrutaba cada uno de los expositores. Schettini NS/NC (aunque ya había sufrido en carne propia los latigazos de Ramos). Ramos: «las nenas con las rodilladas sobre maiz, una imagen hermosa». Cuando llegó el turno de Link quiso saber si se refería al castigo sobre uno mismo o sobre el otro, a lo que Maitena respondió «no se puede disfrutar de un castigo hacia uno mismo», entonces, quien suscribe, en una tímida participación refutó «¿Cómo que no? ¿y el masoquismo?» Entonces Link dijo que si era en el plano de la fantasía, el chas chas en la cola. Tellas dijo «Y en el plano de la realidad», pero eso lo escuché yo sola.

Finalmente nos echaron y algunos asistentes y expositores siguieron charlando afuera. Yo, como siempre, no me animé a decirle nada a nadie y me fui. Pero feliz. Crucé a la playa donde había dejado el auto, justo enfrente, y volvi derecho por Cordoba, onda verde, El número imperfecto de Catupecu a todo lo que dá, un poco de exceso de velocidad (suerte que no estaba la polizia de Link) y una sensación de plenitud que quienes me conocen sabrán a qué se debe.

Felicitaciones, una muy buena tarde/noche de viernes pre-primavera.

Onanismo puro

Navego por zapatos rojos y leo unos poemas de Daniel Link  que aunque a él le parezcan malísimos -y está claro por qué- tienen su encanto.  Son pretenciosos, grandilocuentes, hacen alarde de su supuesta genialidad, soy-poeta-y-mirá-lo-que-puedo-escribir (y vos no). Tienen esa ingenuidad y artificialidad de los primeros escritos.

Él dice que años después se dio cuenta de que todos ellos hablan sobre la masturbación. Yo digo que para el adolescente y egocéntrico Link de aquel entonces, el hecho de escribirlos y releerlos debe haber sido la forma más placentera del auto-erotismo.

Copio su mea-culpa del año 2000 (cuyo cierre muestra que le sigue gustando sentirse importante) y después dos de los poemas, uno del ’75 y otro del ’83. (más abajo, una foto del autor donde bien podría ser el hermano menor y sudaca de De Niro).

La clausura de febrero y otros poemas malos

Aclaración

Los poemas aquí reproducidos fueron escritos entre 1974 y 1983 e integran las Obras completas (edición de bolsillo) cuya publicación comenzaré este año. Cuando releo ahora estos viejos poemas me sorprende no tanto lo malos que son (siempre lo supe), sino que todo estuviera, desde el comienzo, articulado como una obra: luego de una Carpeta negra que reúne mi producción quinceañera, planifiqué unos Cuadernos del tiempo con los poemas de la «mayoría de edad» (18 años). Casi todos ellos (me doy cuenta ahora) son una forma de hablar de la masturbación. Mi obra magna, sumamente nerudiana, estaba todavía por ser escrita. La clausura de febrero vino a llenar ese vacío. He seleccionado algunos poemas de aquí y de allí. Son poemas de juventud dominados por la inautenticidad, obsesionados por la belleza, grandilocuentes y declamativos. Hoy sé que lo único que importa en la poesía (en el arte) es la verdad, y si los rescato del merecido olvido en el que habían caído es porque creo que encierran una verdad histórica.

Daniel Link
mayo 2000

Aquí estoy yo,
parado sobre el mundo

(caminar sobre la luna…
parece difícil;
aunque no)

sentado frente a vos
mirándote a los ojos

(todo es posible lo digo yo)

pensando en todo lo que sos
desde hace un tiempo;
desde que supe que detrás
de tu nariz
estabas vos, ¿estabas vos
o yo te hice, cómo fue?

(si me das la mano
la luna ya no existe
sólo vos y yo, y el mundo
por supuesto, pero es otro
mundo
es algo redondo
colgado de un gancho, cerca
de aquella pared
que da vueltas
si vos o yo lo tocamos)

Yo sé que estás ahí
detrás de todo eso
detrás y adentro,
más bien en el fondo
de esto que soy yo,
a veces.
Entonces ésta es la luna
y caminamos sobre ella
y si vos estás dentro de mí
yo estoy en tus ojos
¿Cómo fue que
supimos dónde estamos,
si es que estamos?

28.4.75

Azul
de nuevo azul
–      El bar, claro:
«los tres años de Allende/ mi madre
se volvió a casar/ me convertía
en un criminal/ yo luché
siete años»
Azul, decía. Una conversación azul
y otros murmullos:
¿alrededor?
–     No nene. El ruido
la voz
el pájaro de nuevo:
vos mismo («tuve una alucinación/
fue con mi padre») cómo decirte
vos     vos    vos
mismo
el pájaro de nuevo.
Pero es mentira.
Cricket sí pero no tengo cigarrillos.
Mirame azul:
mi mano azul. El humo azul. Un hueco azul.
–     Te ví entre las luces: vos/z
de nuevo el ruido (click clack) y la conversación.
Buah. «Vamos a caminar».
Vamos al cine.

 10.6.83


Urbanidades

octubre 29, 2010 2 comentarios

No soy muy amante de la poesía. Eso está claro. Pero lo que nunca supe es el por qué de este prejuicio. Hasta hoy. 

Creía que la poesía era incompatible con la ciudad, con el cemento, el café (y los cafés), los balcones, las alfombras, los pisos de parquet. Casi nunca había sillones, ni heladeras, ni zócalos, ni ascensores. Poesía para mí eran los amores pegajosos (claro que siempre está Cortázar pero siempre tiene una estructura más narrativa), los cielos azules y el pasto verde. O en el otro extremo las nubes, la melancolía, la pena. Pensaba que siempre se estaba hablando de cosas demasiado grandes, importantes, esas que útimamente no me interesan, o no tanto como las otras. Quiero leer sobre lo mínimo, el detalle, un primer plano del café de la mañana chorreando sobre el diario, lo cotidiano, y esos momentos que parecen no decir nada. Esto es lo que me gusta leer ahora y tal vez sean los treinta, pero no quiero que una persona sentada en el inodoro sea una metáfora sobre la modernidad o la humanidad, quiero que sea eso, una persona en un inodoro. Nunca me gustó la literatura grandilocuente, y en mi cabeza la poesía representaba eso. 

¿Qué pasó hoy? primero leí (y posteé) un poema del blog Autobombo que habla sobre uñas, baños, almohadas e insmonios.  Después encontré en El pez volador un post con porciones de poemas de Giannuzzi remixados por Martín Cristal -quien se autodefine como Poet-jockey- y que hablan de lápices, de cajas, de cafés. Y por último, en Zapatos rojos  leí unos poemas muy viejos de Daniel Link que según él son un espanto pero que a mi me gustaron mucho y que hablan de paredes, de bares, de ojos y de cines.  

Del Remix de Giannuzzi quiero rescatar esto:

Poesía / es lo que se está viendo. / Un lápiz, una caja / el frío interno de las manzanas, / el calor inestable del café / cosas cotidianas gastadas / frente a mi pesada osamenta intelectual.  
Falta mucho para la nada, como si todavía / para que deambule como un muerto / que sabe que está muerto en un domingo infinito / hubiera que liberar un exceso de existencia / un ritmo puntual que desmintiera / mi humillada respiración detrás del vidrio, / el triste conocimiento de la pérdida.

 

De los poemas de Link (no puede existir un apellido más de su tiempo  que éste) copio esto:

Aquí estoy yo,
parado sobre el mundo

(caminar sobre la luna…
parece difícil;
aunque no)

sentado frente a vos
mirándote a los ojos

(todo es posible
lo digo yo)

pensando en todo lo que sos
desde hace un tiempo;
desde que supe que detrás
de tu nariz
estabas vos, ¿estabas vos
o yo te hice, cómo fue?

(si me das la mano
la luna ya no existe
sólo vos y yo, y el mundo
por supuesto, pero es otro
mundo
es algo redondo
colgado de un gancho, cerca
de aquella pared
que da vueltas
si vos o yo lo tocamos)

Yo sé que estás ahí
detrás de todo eso
detrás y adentro,
más bien en el fondo
de esto que soy yo,
a veces.
Entonces ésta es la luna
y caminamos sobre ella
y si vos estás dentro de mí
yo estoy en tus ojos
¿Cómo fue que
supimos dónde estamos,
si es que estamos?

28.4.75

Y esto:

Encontré tu nombre en un pedazo de papel

Te busqué hace tiempo entre carteles,
entre latas, te busqué en las mil caras
que pasaban. Y porque no supe
o no quise, no te encontré.

Encontré de pronto un mundo,
un color, una risa viva
y, arañándome, tu piel.
A vos, muñequita de papel,
te aprendí a querer así,
vos ahí mirándome
decirte tantas cosas
y yo muerto de risa
y haciéndote cosquillas,
rodando los dos en
la felicidad de tenernos,
y feliz, feliz, en mi rincón de humo,
amigos y canciones;
porque te sabía ahí,
siempre conmigo,
en mi bolsillo o en mis ojos,
pegada en mi mirada.
Desde aquel día en que de tanto
pensarte te me apareciste;
«Hola que tal, soy yo, ¿no me crees?».
Y claro, si de tanto escribirte
tropecé con vos.
Y bueno, yo te quiero,
aunque me cueste disimular
que no sos más que una invención.

23.2.77

Y también esto:

Azul
de nuevo azul
–      El bar, claro:
       «los tres años de Allende/ mi madre
       se volvió a casar/ me convertía
       en un criminal/ yo luché
       siete años»
Azul, decía. Una conversación azul
y otros murmullos:
¿alrededor?
–     No nene. El ruido
la voz
el pájaro de nuevo:
vos mismo («tuve una alucinación/
fue con mi padre») cómo decirte
vos     vos    vos
mismo
el pájaro de nuevo.
Pero es mentira.
Cricket sí pero no tengo cigarrillos.
Mirame azul:
mi mano azul. El humo azul. Un hueco azul.
–     Te ví entre las luces: vos/z
de nuevo el ruido (click clack) y la conversación.
Buah. «Vamos a caminar».
Vamos al cine.

10.6.83